miércoles, 3 de octubre de 2007

Las fuerzas de la naturaleza siguen dejando sus huellas en el planeta. Ayer le tocó a Alcalá.

Hoy Alcalá se ha despertado con un paisaje desolador por causa de la tromba de agua que cayó allí ayer. Dos mujeres han perdido la vida. Ante este hecho no puede decirse nada; sobran las palabras. Sin embargo, aquí estamos para hablar. Lo peor de las fuerzas de la naturaleza es que no podemos controlarlas ni predecirlas. Y, además, no se puede hablar de la misma manera de un simple día lluvioso, de un huracán o de un terremoto, porque entre otras cuestiones, los efectos provocados por unos u otros son muy distintos. Cuando aparecen daños personales, los materiales quedan en un segundo plano. Hoy hablo de esta localidad sevillana, pero en otras zonas del mundo más susceptibles de padecer estos fenómenos, cada cierto tiempo se habla de personas fallecidas por causa de huracanes o, en menor medida (aunque cada vez más frecuentes), de terremotos. El caso es que la naturaleza se está imponiendo ante muchas actitudes y acciones que los humanos tenemos y realizamos, respectivamente. Y es que nos estamos dedicando a hacer lo que queremos, pero no lo que debemos. Está muy bien eso de carpe diem, pero también hay que pensar en los demás, en las generaciones futuras (si no en las de personas desconocidas, al menos en tus descendientes). Hoy en día entiendo a la naturaleza, pero algún día espero entender al ser humano y a sus acciones.